Nunca podría haber imaginado que mi primera intervención en esta sección de La Revista Xurídica Galega pudiera tener como objeto manifestar mi más profundo estupor ante el espectáculo mediático al que asistimos el pasado día 13 de abril en la Universidad Complutense de Madrid, en el que, a pretexto de la ¿defensa? de un Magistrado, se vertieron afirmaciones que desconocen esenciales fundamentos de un Estado de Derecho y que constituyen un ataque deslegitimador, no solo intolerable sino también distorsionador de la realidad, a instituciones fundamentales del Estado y a personas concretas que ejercen una función tan imprescindible como la jurisdiccional. Pero ya que me ha tocado vivir esa triste experiencia, no quiero dejar pasar la oportunidad de manifestar públicamente mi admiración y mi agradecimiento a una persona como Luciano Varela Castro, referente para tantos de nosotros –jueces y magistrados- en el ejercicio diario de nuestra función, que con su ejemplo diario e incansable y con una dedicación que rebosa ética profesional, nos ha impedido olvidar que, por encima de convicciones personales, el único fundamento de nuestra legitimidad democrática es, precisamente, el sometimiento a la Ley. Es de justicia devolverle ahora siquiera una mínima parte del aliento que siempre nos ha infundido cada vez que tantos hemos necesitado de él.